sábado, 1 de diciembre de 2007

Memorias de Diciembre...

Recuerdo que...

Desde hace ya unos años, la atmósfera que hechiza el aire de Diciembre lo convierte en mi mes favorito del año. El por qué se debe a una serie de gratos recuerdos, sensaciones y felicidad que desprende dicho mes cuando alzo la mirada atrás.

Quizás el primer motivo sea que convierte el otoño en invierno, mi estación predilecta, pero no es ni mucho menos lo más importante. Entre estas razones, se alojan tesoros en la memoria; fiestas inolvidables (pero repetibles), la decoración invernal en las calles, las vacaciones lejos de casa, la noche de fin de año cargada de propósitos que casi nunca llegan a cumplirse, y por supuesto las fechas de reunión navideñas de las que siempre he disfrutado.

Soy consciente de lo que otros ignoran, de que tener una familia unida y alegre, sentada en la misma mesa y bajo el mismo techo la noche de Navidad, es un lujo y no algo común. Son muchas las familias rotas en el mundo y poder disfrutar de algo tan sólido como el ambiente en el que me he criado, ya es el mejor regalo que podría tener. Celebrar un año más que no nos ha tocado el gordo de la lotería, brindando con un champán sin marca, con comida casera y una mesa fabricada por mi padre, es suficiente para sentirnos millonarios.

Por otra parte, ansío el frío viento azotando las olas en la playa, la noche cubriendo con su manto el cielo a poco más de las seis... y las tardes a solas paseando, escuchando música oculto bajo una ropa ancha y calentita que me permite pensar o escribir junto a un paisaje de ensueño en el que, en mi interior, nievan ganas de ser feliz, de estar acompañado.

Diciembre me ha regalado siempre momentos buenos, desde personas nuevas en mi vida hasta recuerdos inolvidables forjados en la soledad de mi cuarto. El mar mediterráneo me trae buenos y gélidos consejos impresos en sus vientos cuando escucho lo que tiene que decirme en la playa más inhóspita, pero siempre me ha sacado una sonrisa recordar que, tal día como hoy, ese último mes regresa. Ya está aquí el epílogo de un año más, dispuesto a fabricar de nuevo un precioso tesoro en la memoria cuyo contenido aún desconozco, pero del que estoy seguro llegará de la mano de personas a las que estarle agradecido por haber sido parte de ello.

Y es que hay tanto por recordar, y queda tanto por vivir, que no quiero que acabe nunca este invierno y a la vez deseo vivir el próximo.

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