domingo, 17 de mayo de 2015

Mi nube de cristal

Te escribo esto con la tinta de la felicidad y la sangre de los corazones revividos.

La fuerza vital de todo lo vivido me ha concedido esta noche el valor para decirte todo aquello que mi alma al fin es libre de gritar al verte. Los retales de un corazón al que se le ha vuelto a enseñar a latir te hablan desde el más sincero agradecimiento.

Sí... hoy vuelvo a declararme.



Ha pasado tiempo desde la última vez que te escribí, y sin embargo, me parece ayer mismo cuando llegó ese encuentro que tanto esperaba. Ese gran deseo de encontrarte, de no saber dónde estabas, se ha convertido en la certeza de tenerte frente a mí ahora mismo. Aún recuerdo aquellas líneas que escribí con la firme convicción de que algún día llegarían a ti. Sentado en aquel banco, en pleno diciembre, cuya única compañía era el baile de los barcos atracados en el puerto y una brisa helada de la que intentaba huir bajo mi sudadera. Aquella tarde en la que en realidad todo comenzó. Quién me iba a decir que mi carta llegaría a su destino días después de que terminase de escribirla. Jamás pensé que el destino fuese un cartero tan eficiente.

¿Sabes? Siempre he defendido la idea de que el destino no existía, que todo se basaba en casualidades, a veces en enormes casualidades. Creía que los mejores momentos de nuestra vida llegaban por accidente. Y aunque así lo sigo creyendo, el haberte conocido me ha hecho plantearme ciertas cosas de los viejos pilares en mi mente que un día consideré inamovibles.  

Esto se lo debo a muchos pequeños detalles que viviría más adelante, aunque lo cierto es que el primero de ellos fue uno que yo mismo escribí. Sin saberlo, acerté en algo muy importante en la primera carta que te escribí, una frase que decía:

``La experiencia me ha enseñado que aún no te conozco… o quizás sí, pero nos hemos mirado sin vernos´´.

Y es que lejos de recordar quién eras mientras escribía aquello, acerté de lleno, pues sin que ninguno lo supiéramos, ambos ya nos conocíamos de muchos años atrás. Nuestras miradas ya se habían cruzado en una infancia oculta por los años venideros en los que olvidaríamos todo el uno del otro. Este no es el primer cumpleaños que celebro contigo, solo que el último fue con unos cinco años de edad. Las crueles bromas del destino quisieron que un día, tú vivieras en el quinto piso y yo en el tercero del mismo bloque. Dos vidas destinadas a encontrarse separadas por dos plantas de altura. Curioso, ¿verdad? Y aunque esa distancia se hizo mayor, y el reencuentro que no esperábamos encontrar se produjo cerca de 17 años después, en cierto sentido, supongo que debo agradecer aquel abismo de tantos años, pues sin él, puede que hoy no estuviera aquí contigo, de nuevo. 

Bien sabes que en más de una ocasión nos hemos cruzado sin reconocernos, ¡y que ni siquiera nos acordábamos de ello! Todo esto me ha hecho pensar que quizá el destino pueda existir, pero decorado de preciosas casualidades que, sutilmente, se pasean a lo largo de los años, dejando caer de vez en cuando una gota de nostalgia a modo de pista. Una pista que ninguno sabe interpretar, pero que está ahí, en silencio, guiando un camino invisible que nunca dejó de existir.

Recuerdo aquellos tiempos en los que estaba condenado a verte solo en mis sueños. Reconozco que llegué a pensar que no existías, que no había nadie buscando lo que soy. Pero aquí estas, haciéndome ver con tu sonrisa lo equivocado que estaba. Creo que el ayudarme a ver mis errores es una de tus grandes virtudes. Desde que te conozco mi vida ha cambiado, y aún así, sigues haciéndome regalos cada día.
Sí, así es. Puede que hoy sea tu cumpleaños, pero eres tú quien me ha regalado algo esta noche. Un regalo tan grande que no tengo palabras para definir lo que siento al sentirme tan afortunado de estar aquí contigo, mientras me escuchas sentada en tu cama. Tu regalo ha sido tan sencillo de explicar como difícil de sentir:

Quererme. Abrazarme. Besarme. Permitirme estar aquí contigo, y poder escribirte la segunda parte de un sueño que echó a volar en forma de carta para llegar a ti.

Constantemente pienso en lo afortunado que soy. Quizá nunca llegue a merecerme algo tan bueno como tu amor, eso solo tú podrás decidirlo, pero quiero que sepas que mientras me mires a los ojos, nunca te apartaré la mirada. Estaré ahí, en tus sonrisas y en tus llantos. Te cuidaré cuando no te encuentres bien y te haré reír cuando recuperes las fuerzas. Estaré al otro lado de la pared que a veces tengas ganas de golpear, y luego curaré tus heridas cuando vuelvas a ser tú. Iré a buscarte por muy lejos que te encuentres, y te devolveré al camino en brazos si hace falta. Y aún así, cuando creas que no debo hacerlo, te daré las gracias de nuevo por todo.

Es algo que me encanta de ti. Cada vez que te agradezco algo me respondes con una risa vestida de beso u abrazo, seguida de un; ``no tienes por qué dármelas´´. Pero lo cierto es que sí que tengo motivos, lo que pasa es que no sabes cuáles son. Tengo mucho que agradecerte, por todo lo que haces sin tan siquiera darte cuenta. Es por eso, que hoy quiero confesar el verdadero motivo por el que te estoy siempre tan agradecido.

Quiero que sepas, que cuando te doy las gracias en mitad de un abrazo al dejarte en la puerta de casa de madrugada, no te las estoy dando sin motivo. Te las doy por haber estado un día más a mi lado. Cuando vemos una película y te doy las gracias, es por hacerme la persona más feliz del mundo al permitirme disfrutar de tu compañía.
Te doy las gracias por poder abrazarte, por mirarme con esos ojos color tinta de sueños de los que ya estaba enamorado antes de conocerte.
Te daré las gracias aunque no quieras por haber respondido a aquel mensaje. Te las doy por bajar a Águilas aquella navidad por un motivo que ni siquiera tú tenías claro del todo. Sabías, de algún modo al igual que yo, que podía ser buena idea. Gracias por haberte sentado en aquel banco un 23 de diciembre, por hacerme sentir tan afortunado cada vez que me coges de la mano. Gracias por demostrarme que existía alguien que buscaba lo mismo que yo a pesar de que el mundo se empeñase en hacerme creer que todos eran iguales. Gracias por arriesgarte a conocerme, a darme una oportunidad de demostrarte que podías confiar en mí, pero sobre todo, gracias por recordarme que yo también era capaz de sonreír y volver a ilusionarme.

Siempre, cada noche, te daré las gracias por estar ahí un día más.

Los recuerdos juntos van creciendo, ya no caben en una pequeña tarjeta. Aprovechar el tiempo sin duda lo hemos hecho al máximo. Hemos reído, hemos llorado. Hemos viajado, nos hemos disfrazado de nuestros personajes favoritos. Hemos celebrado muchas fechas importantes, nos hemos sincerado. Nos hemos ido de boda, ¡e incluso nos han dedicado una ovación en mitad del banquete! Todos esos son recuerdos convertidos en tesoros. Aunque tal vez en este tiempo, algunos detalles se te hayan pasado desapercibidos. ¿Sabes cuál ha sido el momento más feliz desde que he estado a tu lado? Una noche de carnaval. Una noche en la que, tras muchos, muchos días esperando aquel momento, me dijiste con un leve susurro por primera vez:
Te quiero.
Yo me eché a reír, te abracé con todas mis fuerzas, levantándote del suelo, y comencé a darte vueltas en el aire mientras te reías. Puedes creerme cuando te digo que pocas veces he sido tan feliz en toda mi vida.

También quiero que sepas que la noche que tanto me costó besarte, finalmente, cumplí el objetivo final de un camino que empecé mucho tiempo atrás, y al que bauticé como Cadenas de Libertad. Aquella noche, a las cuatro de la madrugada, rompí el eslabón más poderoso que encadenaba mi alma al suelo. Gracias a tu ayuda… ¡a mucha ayuda!, conseguí respirar hondo, cerrar los ojos, coger impulso… y saltar.
Gracias a que tú aguardabas al otro lado del salto, logré recuperar mis alas. Y ahora eres tú la que me está enseñando a volar. Me ayudas a alcanzar la libertad que necesito para liberarme de mí mismo, de todo lo que un día me encarceló en lo más profundo de mis miedos. Puede que no siempre haya actuado bien, y que en alguna ocasión haya necesitado un golpe de atención para poner los pies en la tierra. Puede que me cueste aprender a izar el vuelo, pero del mismo modo puedo garantizarte que voy a conseguirlo, y tú me verás volar a mi lado, sosteniendo tu mano, pues la mayor promesa que puedo hacerte sin miedo a equivocarme, es la de que nunca te soltaré.

Me resulta curioso pensar cómo pueden cambiar las cosas. Como bien sabes, tienes dos nombres. El del mundo real y el onírico. Y debo confesarte que he hablado con tu otro yo a espaldas de ti. Puede parecer un tanto confuso, pero lo que estoy a punto de decirte, ya lo habías escuchado sin saberlo.
Algunas noches, cuando tengo la inmensa suerte de tenerte ahí, acurrucada en un rincón de mi cama, visitando el reino en el que nos conocimos, una tímida lágrima de pura felicidad cae sobre la almohada desde mi mejilla. Las mariposas en el estómago es una sensación diez mil veces inferior a lo que siento cada vez que duermes a mi lado. Te miro, sonrío, beso tu frente mientras acaricio tu pelo, y con un susurro que solo puedes escuchar en sueños, te digo:

``Te quiero. Gracias por hacerte realidad´´.
Puedo asegurarte que esto es verídico. Puede que alguna vez hayas escuchado ese susurro. Por mi parte, quiero creer que así ocurre, pues cuando estoy a punto de dormirme, inconscientemente, haces algo que hace que siempre me emocione:
Me abrazas.
Sí, me abrazas en sueños. Lo considero tu forma de pedirme que te acompañe mientras duermes, o de protegerte de la noche después de tantas madrugadas en silencio y soledad. Y a veces vas más allá, puesto que más de una vez, me has abrazado, te acercas a mí segundos después, y tras un epílogo del día en forma de beso, me has regalado un te quiero en sueños.

Creo de corazón, que esa es la muestra más grande de amor que uno puede experimentar. El cariño que el subconsciente es capaz de expresar cuando no está sujeto a nuestra voluntad. Por eso me parece curioso pensar en cómo cambian las cosas, pues si te has fijado, tú estás donde yo estaba, y yo estoy donde tú estabas.
Tú me susurrabas te quieros en mis sueños, y ahora lo hago yo mientras duermes.

Nuestra relación nació en un sueño en el que nos cruzamos por casualidad y me diste el nombre por el que buscarte. Un nombre que daría lugar a la carta que más adelante leerías. Gracias a aquello, hoy puedo dormir contigo, en vez de soñar sin ti.

Puedo contarte mil secretos de mi personalidad, como por ejemplo lo que yo mismo denomino ``Efecto Esmeralda´´. ¿En qué consiste?, muy sencillo: Cada vez que escucho tu risa, me resulta imposible no contagiarme. Mi nota musical favorita es escucharte reír, de esa forma tan característica que solo tú eres capaz de hacer y que transmite felicidad de una manera increíblemente sencilla. Cuando ríes, transmites la sensación de que todo va a ir bien, que cualquier cosa puede ocurrir y que tú estarás ahí para iluminar con tu voz un camino que hasta ahora me has dejado recorrer junto a ti. Tu risa es la magia que le hace falta a este mundo.
Y es que quiero seguir aquí, contigo. Quiero que me hayas cosquillas mientras intento resistirme. Quiero que me digas ``qué bonico eres´´ para ponerme rojo como un tomate. Quiero que me acaricies el pelo cuando conduzco. Quiero que me digas ``te invado´´ cada vez que te quedas en mi casa, e incluso que eches la bronca cuando sea necesario, pero sobre todo, quiero que confíes en mí cuando te digo que soy lo que buscas, y que soy capaz de enseñar a un árbol caminar con tal de hacerte feliz.

No hay día que no de gracias por haberte conocido…

Un día, cierto grupo de cuyo nombre siempre quiero acordarme te definió sin saberlo. Fue entonces, al conocerte, cuando me di cuenta de que mi Anastasia en realidad, era una nube de cristal.
Una nube delicada, capaz de romperse y a la que hay que cuidar día a día. Esa nube que siempre está sonriendo, que me cobija bajo su sombra, y que a pesar de seguir siendo libre de seguir al viento, prefiere quedarse conmigo, para que pueda seguir cuidando el cristal que la forma, y proteger lo más valioso y frágil que porta en el interior de su pecho.

Puede que hoy te haya regalado ciertos objetos que no son más que pequeños detalles sujetos a lo material, y que después hayas llegado a esta carta que necesitaba leerte, pero mi auténtico regalo aún está por llegar. No es la primera vez que te digo que eres inmortal y me respondes con esa risa que tanto me gusta escuchar, pero creo que nunca has llegado a comprender del todo por qué te lo digo. Un motivo que quiero que comprendas y al que estaré encantado de ser fiel:

Esta noche, te regalo la inmortalidad.

Y es que dicen que cuando un escritor se enamora, esa persona vive para siempre. Tú te has convertido en el capítulo más importante de cierto libro en el que solo tú has conseguido escribir. Quiero que entiendas que nunca morirás, que dentro de cien años habrá personas leyendo nuestra historia como una novela de fantasía en la que todo fue posible.

Quiero que sepas que, mientras tú quieras, estaré contigo, donde quiera que estés, serás mi nube de cristal. Los años te confirmarán que tenía razón, que estas palabras no eran en vano, y cuando eches la vista atrás, y recuerdes la noche en la que te recité esto, reirás con lágrimas en los ojos mientras te abrazo por la espalda para recordarte que sigo ahí.





Siempre serás mi sueño con nombre propio hecho realidad. Seremos aquellos jóvenes inocentes que se esperaban mutuamente sentados en un banco distinto el uno frente al otro, sin saberlo.


Gracias, Anastasia.
En vida ya siempre te querré,
pues te puedo asegurar
que de tu lado jamás me marcharé.




Una vez escuché que querer a alguien es darle la oportunidad de destruirte, pero confiar en que nunca lo hará.
Quiero que sepas que desde que nací, he visto sin saberlo una pista para encontrarte que nunca supe interpretar. Si quieres saberla, acompáñame, por favor, en miles de atardeceres que iluminen nuestra historia de color rojo, pues hoy al fin lo comprendo: 

Llevo tu nombre en el color de mis ojos.

-Vicente De Haro- 

``Sobre el arcoíris hay un sitio para ti. Reinos hechos de libertad por si te quieres venir. Más allá de la verdad, nubes de cristal, lluvia hecha de eternidad. Vente conmigo a vivir´´ -Mägo de Oz, Pensatorium- 

Dedicado a Esmeralda Hernández. Mi Anastasia, mi nube, mi sueño, mi todo. Gracias por cualquier cosa que puedas imaginar, y más. Nunca pensé que un corazón podía recuperar sus ganas de latir. Gracias por iluminar mi vida con tu sonrisa.

Te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario